
Esta semana Aíto hacía unas declaraciones en Radio Marca donde comparaba el nivel de exigencia de la afición de Unicaja y de Baskonia. La afición baskonista está plenamente implicada con su equipo, y comprende que este año ha sido necesario dejar marchar a sus estrellas con el fin de no hipotecar el futuro del club. No me cabe la menor duda que tanto Aíto, acostumbrado a lidiar con aficiones con un alto nivel de exigencia, como la dirección de Unicaja, sabrán gestionar esta crisis.
El caso de Cajasol es diferente. Con un presupuesto superior a conjuntos como el Juventud, y con unas posibilidades de generación de ingresos que podrían ser superiores a las de Unicaja o Baskonia, la mala gestión de sus dirigentes hace que, año tras año sus proyectos fracasen estrepitosamente. Cambios de directivas, entrenadores que entran y salen, y plantillas renovadas todas las temporadas al principio y a la mitad de la competición, solo contribuyen a crear una inestabilidad que, a la larga, solo se traduce en falta de compromiso de los jugadores y, en una afición desilusionada, que nunca llega a comprender porque fracasan todos los proyectos de su club.
El caso contrario ocurre en Fuenlabrada. Año tras año se ven obligados a renovar la plantilla, confiando en jugadores y entrenadores sin experiencia ACB. Todos cuando llegan, tienen claro que Fuenlabrada es la plaza ideal para darse a conocer en ACB, y luego firmar un mejor contrato en otro club más potente. Se sienten respaldados por una dirección, que en todos estos años, sólo tuvo la necesidad de destituir un único entrenador. Como resultado de todo esto, la afición, disfruta de éstos el tiempo que duren, y se siente plenamente identificada con su equipo.
La palabra paciencia no es bienvenida por ninguna afición. La ilusión con que se inicia una temporada, no nos deja ver que el nivel de exigencia al que sometemos al equipo es perjudicial para el desarrollo del grupo. Parece mentira que en un par de jornadas se pueda comenzar a dudar de la labor del entrenador, de la calidad de los jugadores y de lo descompensada que es una plantilla. Pero el peor de los males, viene cuando la dirección deportiva se contagia de este ambiente, pudiendo tomar decisiones precipitadas, que a la larga no llevan a ningún sitio.
En el Obradoiro se ha apostado por una plantilla joven e inexperta, que requiere de tiempo y de la confianza de todas las partes. La diferencia entre fracaso y éxito, radica en la coherencia de las decisiones. Solo cabe seguir apostando por los que se han elegido.